La fundación
Corría el año 1925. Por aquel entonces hubo una primera Hermandad de penitencia de la que tenemos noticias que desarrollaba cierta actividad y en la que se habían inscrito ciento cuatro cofrades -lo que nos indica que al menos “de hecho” estuvo constituida en ese año de 1925-, la cual no llega a cuajar -sin que sepamos el motivo- ni a realizar la estación de penitencia en la Semana Santa de 1926, como era su propósito. No obstante, existiría un grupo de personas, algunas de las cuales participarán en aquel primer intento fallido de constitución de corporación penitencial, que logra alcanzar el éxito en 1928, la fundación formal de la actual Cofradía.
Impulsor de ese grupo fue el escultor y tallista granadino D.Luis de Vicente Mercado, gran experto en temas artísticos cofrades pues varias e importantes Hermandades de Málaga -la Jesús Nazareno del Paso y María Santísima de la Esperanza, y la de Cristo de la Sangre- le habían encargado la realización de los tronos para sus titulares. D.Luis acudía periódicamente al templo de Santa María de la Alhambra y durante aquellas visitas, mantendría conversaciones con el párroco, D. Emilio Villatoro Bocanegra, quien posiblemente no habría eliminado de su mente el deseo de fundar una Hermandad de penitencia en torno a la Virgen. Ya vimos a este capellán encabezando los actos de una incipiente Cofradía en 1925 y, seguramente, continuará en su empeño de llevar a buen puerto ese proyecto frustrado en el que no sabemos si D. Luis de Vicente Mercado había participado; pero ahora, en 1928, el artista, de común acuerdo con el capellán, intenta fundar o revitalizarla, lográndo, esta vez, culminar el propósito.
Pronto se concentraron en la consecución del objetivo varios entusiastas que, de manera regular, se reunían en Tertulia en la Farmacia de D.Juan de Dios González de la Torre. El farmacéutico se prestó a acogerlos en la rebotica de su establecimiento a instancias de su mancebo, D. Antonio Herrera Lamolda, quien era en esos momentos mayordomo de la antigua Hermandad de la Concepción de la iglesia de Santa Ana y, siendo amigo de estos pioneros alhambreños, sería a la postre y junto a todos ellos, uno de los Fundadores de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias de la Alhambra. Esta botica -que ha venido funcionando en ese mismo sitio, la placeta de San Gil, hasta hace muy poco, aunque su titularidad no pertenecía ya a la familia de aquel farmacéutico- se convirtió en capillita de aquellas sesiones y se situaba en el mismo inmueble donde la casualidad quiso que encontrase Casa de Hermandad la propia cofradía alhambreña, muchas décadas después.
D. Juan de Dios González nunca quiso pertenecer a Junta de Gobierno alguna, a pesar de la importante colaboración que prestó en esa etapa inicial, tanto mediante aquella rebotica como dando albergue a otras muchas reuniones que se celebraron también en la dependencia de igual carácter de otra farmacia que él mismo poseía en la calle de Mesones, haciendo esquina a la de Hileras. Pasado el primer año, el lugar donde la Junta de Gobierno comenzó a desarrollar sus sesiones -y lo haría por mucho tiempo- fue la sastrería del Tesorero de la corporación, D. Nicolás Martín Fernández, sita en la calle de Tundidores, en el número 1 esquina con el Zacatín. Volviendo a las reuniones de aquellas reboticas, a ellas asisten invitados por los primeros fundadores un grupo de conocidos entre los que se encontraba el que sería el gran impulsor y alma mater de la Hermandad desde aquellos tiempos, D. Ricardo Martín Campos. Estas personas son las que ponen los primeros ladrillos de la construcción de la Hermandad de Penitencia y van convenciendo a otros para que 197 se inscriban en ella. Nombres muy notables en la ciudad entran en la Cofradía, como D. Leopoldo Torres Balbás (arquitecto conservador de la Alhambra), D.Bonifacio Sánchez Cózar y D. José María Villalobos Ventura, entre otros. El objeto era nombrar formalmente una directiva que realizará las acciones necesarias para poner en marcha la Hermandad, confeccionando un Reglamento que fuera presentado a la autoridad eclesiástica para su aprobación y, mediante el mismo, dar carta de naturaleza jurídica a la corporación como entidad jurídico-religiosa dentro de la Iglesia. De esta forma, en esa primera asamblea de los cofrades ya alistados -que se celebró en la calle Azacayas, en la sede del Colegio Farmacéutico- se formó una Junta Directiva provisional, compuesta por los siguientes cargos: Hermano Mayor, el capellán de Santa María, D. Emilio Villatoro Bocanegra; que actuaba en funciones interinas. Secretario, D. Pedro Rodríguez Quero; Vicesecretario, D. José Rodríguez Santos; Tesorero, D. Ricardo Martín Campos; Vicetesorero, D. José Antonio Mesa García; y Mayordomos, D. Nicasio Montes Garzón, D. Daniel Oliver Osuna, D. José María Villalobos Ventura, D. Bonifacio Sánchez Cózar, D. Luis de Vicente Mercado, D. Antonio Herrera Lamolda, D. Diego Romera Alba, D. Miguel Rosales Camacho, D. Alberto Esteban Sáez, D. Antonio García López, D. Leopoldo Torres Balbás, D. Pablo López Bellido y D. José Martín Campos.
Lorca y la cofradía
En 1929, el insigne poeta D. Federico García Lorca, quien se encontraba en la Residencia de Estudiantes en Madrid, viajó a Granada para participar en la procesión penitencial, cumpliendo una promesa a la Virgen. A pesar de no ser cofrade, se logró que participara vestido de penitente gracias a la complicidad de algunos miembros de la Cofradía. Durante la procesión,el Sr. García Lorca portó la Cruz de Guía y, al finalizar, dejó un mensaje de agradecimiento.
Posteriormente, el poeta solicitó formalmente su inscripción como cofrade, que fue aceptada con cierto debate sobre su genuino interés. Sin embargo, el boletín de inscripción original se perdió, aunque se reprodujo en varias publicaciones. Años más tarde, Federico García Lorca realizó una crítica sobre las procesiones en una charla radial, lo que contrasta con su experiencia positiva en la cofradía.
En 1975, se intentó recuperar el boletín de inscripción, que se creía estaba en posesión de un antiguo miembro de la cofradía, pero los esfuerzos fueron infructuosos. El texto destaca la importancia de este vínculo y la relevancia de Federico Garcia Lorca en la cultura granadina.
Los años treinta
En los primeros años de la Cofradía de Santa María de la Alhambra, se realizaron importantes cambios para mejorar sus procesiones. En 1930, se inauguró una nueva puerta en la Iglesia de Santa María de la Alhambra, facilitando la salida del trono de la Virgen. Durante esta época, el trono fue llevado por treinta portadores, reflejando un aumento en la carga debido a la construcción de un nuevo trono de estilo nazarí, aunque se utilizó una parihuela temporal.
El mismo año, la procesión se destacó por su esplendor y la presencia de bandas de música, además de colaboraciones con otras cofradías. Se nombró al marqués de Portago como Hermano Mayor Honorario, buscando prestigio social, lo que culminó en el título de «Real Cofradía» en 1931, otorgado por el rey Alfonso XIII.
A pesar de la distinción, la década de 1930 estuvo marcada por desafíos, especialmente durante la Segunda República, cuando se evidenció un desánimo en las cofradías por la falta de apoyo de la comunidad. En 1931, se llevó a cabo la procesión a pesar de las dificultades, manteniendo la esencia religiosa de la Hermandad. La Cofradía continuó su tradición, haciendo su Estación de Penitencia el Jueves Santo, un hito que perduró durante años.
El trono de plata
El trono de la Virgen, diseñado por D. Indalecio Ventura, fue concebido para reflejar la altura artística de la imagen. Aunque inicialmente se planteó un trono en 1929, la ejecución se retrasó por razones económicas. En 1930, se formó una comisión para recaudar fondos y se convocó un concurso de diseños. Finalmente, se eligió el proyecto de D. Indalecio Ventura, inspirado en el estilo nazarí del Patio de los Leones de la Alhambra.
El trono, compuesto de cobre y plata, fue inaugurado el Jueves Santo de 1931, aunque no estaba completamente terminado. Presenta detalles artísticos como cartelas que representan escenas bíblicas y faroles de diseño nazarí. A lo largo de los años, el trono ha sufrido diversas modificaciones y reformas, pero ha mantenido su esencia original.
Recientemente, se han planeado nuevas transformaciones para enriquecer su diseño sin alterar su carácter. Este trono se ha convertido en un símbolo distintivo de la Semana Santa de Granada, destacando por su belleza y singularidad.
La llegada de la República
Tras la caída de la Monarquía y el establecimiento de la Segunda República española el 14 de abril de 1931, surgió un fuerte sentimiento antirreligioso en varios sectores de la sociedad. Esto resultó en actos violentos contra instituciones religiosas, lo que llevó a la suspensión de las procesiones de Semana Santa en Granada durante tres años (1932-1934).
En lugar de las procesiones tradicionales, se organizaron grandes Vía Crucis en la Catedral de Granada. En 1932, las once Cofradías participaron en un acto de gran devoción y en 1933, se repitió el evento con el Crucificado del Silencio. Para 1934, aunque hubo cierta desorganización, se llevó a cabo un tercer Vía Crucis con la Imagen del Cristo de la Esperanza.
A pesar de la inactividad pública, algunas Cofradías continuaron sus cultos internos. La Cofradía de Santa María de la Alhambra, en particular, mantuvo su estructura organizativa. Aún con las tensiones políticas y sociales, se esperaba una recuperación de la Semana Santa con el regreso de un gobierno más favorable a la religión. La Hermandad, aunque no había realizado salidas, seguía comunicándose con sus miembros y manteniendo el espíritu de la celebración.
La Guerra Civil
La salida procesional de 1935 fue un evento significativo para la Hermandad, marcado por el contexto político de la Segunda República. A principios de año, se reanudaron las actas de las sesiones de la Junta de Gobierno, y se tomó la decisión de inscribirse como asociación ante la autoridad civil, lo que legalizó su situación. Con el apoyo de la Federación de Cofradías, se organizó la procesión para el Jueves Santo, que tuvo lugar el 18 de abril, con gran éxito y una multitud de asistentes.
El Hermano Mayor, D. Diego Liñán, y otros miembros de la Junta de Gobierno, mantuvieron sus cargos, y se llevaron a cabo preparativos para la procesión, incluyendo la mejora del trono y la incorporación de nuevos penitentes
Sin embargo, la situación cambió drásticamente con el inicio de la Guerra Civil. En febrero de 1936, la Junta de Gobierno, decidió suspender todas las actividades públicas y, aunque se realizaron cultos internos, se prohibieron las procesiones. Durante la guerra, la Hermandad tomó medidas para proteger sus bienes, pero no pudo realizar procesiones hasta varios años después. La situación política y social del país influyó profundamente en la continuidad de las tradiciones religiosas.
Años cuarenta
En los años cuarenta, tras el fin de la Guerra Civil española, la hermandad se enfrentó a un periodo de reorganización y consolidación. La guerra terminó oficialmente el 1 de abril de 1939, pero el país estaba devastado, lo que impidió la celebración de los cultos cuaresmales y las procesiones hasta 1940. La primera actividad pública fue la participación en el acto del Campo del Príncipe el Viernes Santo.
A finales de 1939, la Hermandad contactó a sus aproximadamente 500 miembros para reactivarlos. Aunque la directiva mantuvo al Hermano Mayor y al Mayordomo Mayor, se renovaron otros puestos. Durante 1940, la Junta de Gobierno trabajó intensamente para preparar la primera salida penitencial postguerra. Se realizaron reparaciones en el trono y enseres, se promovió la Hermandad a través de carteles y fotografías, y se firmó un contrato formal con un capataz para dirigir el trono.
El Cuerpo de Camareras también fue reestructurado, aunque encontró dificultades para consolidarse. En 1940, la Hermandad solicitó permiso para entrar en la Catedral, aunque fue rechazado. La primera Función Principal se celebró el Viernes de Dolores, y la procesión tuvo lugar el Jueves Santo, manteniendo el interés y la participación activa de la comunidad cofrade.
Durante la década de 1940, la Hermandad de Santa María de la Alhambra experimentó una serie de conflictos relacionados con su recorrido procesional, que se acortó en varios momentos. Originalmente, la procesión seguía un itinerario que bajaba por calles específicas, pero se optó por un nuevo recorrido que no fue bien recibido. A partir de 1946, la Hermandad comenzó a acceder a la carrera oficial por diferentes calles, pero las quejas por el estrecho espacio en algunas de ellas llevaron a una rápida autorización para volver a su ruta tradicional.
En 1941, debido a las dificultades económicas de la posguerra, la Hermandad decidió no realizar su Estación de Penitencia, convirtiéndose en la única Cofradía de Granada en hacerlo. En su lugar, organizó cultos austeros y distribuyó víveres entre los necesitados, una decisión que generó controversia entre otras Hermandades. Durante los años siguientes, la escasez de materiales como damasco y cera complicó la preparación de los hábitos y la celebración de la Semana Santa.
A pesar de los desafíos, la Hermandad buscó modernizarse y planificó la creación de una Cruz de Guía. Sin embargo, la falta de recursos y otros problemas administrativos hicieron que muchos proyectos se quedaran en suspenso. La relación con las autoridades, especialmente con el arquitecto conservador de la Alhambra, complicó el acceso al recinto, aunque finalmente se logró un acuerdo para que la procesión pudiera continuar, mostrando la capacidad de la Hermandad para adaptarse y buscar soluciones.
En 1944, la Hermandad de Santa María de la Alhambra intensificó sus cultos, incluyendo misas diarias y celebraciones dominicales, aunque estas iniciativas eventualmente decayeron. Tras la Guerra Civil, la Hermandad buscó mejorar sus enseres y la procesión, considerando la incorporación de un palio y una diadema más rica para la Virgen. Sin embargo, estos proyectos no se concretaron.
Ese año, una fuerte tormenta arruinó la procesión del Jueves Santo, obligando a la Virgen a refugiarse en el Ayuntamiento, donde permaneció hasta el Viernes Santo, momento que atrajo a miles de fieles. La experiencia llevó a la propuesta de establecer un Cuerpo de Palieros, aunque este plan no se realizó. Como resultado de la estancia de la Virgen en el Ayuntamiento, se decidió colocar una lápida conmemorativa, que aún se mantiene.
Se introdujeron también novedades, como la primera reseña histórica de la Hermandad y un programa de radio para divulgar sus actividades. A pesar de los inconvenientes, el año 1944 se destacó por el esfuerzo de la Hermandad por ofrecer un desfile procesional espectacular, culminando en una emotiva ceremonia en la que la Virgen fue llevada a un mirador, una tradición que duró varios años.
En 1945, la Junta General decidió suprimir las tradicionales funciones dedicadas a la Virgen de la Alhambra debido a la escasa asistencia de fieles, coincidiendo con otros cultos populares en Granada. A pesar de esta supresión, se recuperó más tarde la Función del Viernes de Dolores, y en 1947 se establecieron nuevas prácticas de misa y cultos.
La Hermandad enfrentaba severos déficits financieros tras la posguerra, y, para recaudar fondos, comenzó a ofrecer sillas en la Alhambra durante la procesión, inicialmente de forma gratuita. En 1946, falleció D. Diego Liñán Nieves, Hermano Mayor Perpetuo y principal benefactor, lo que dejó un vacío significativo. Su muerte llevó a la Hermandad a intentar obtener el título de Pontificia, aunque sin éxito.
Ricardo Martín Campos asumió el cargo de Hermano Mayor en 1946 y propuso la inclusión de un nuevo paso con un Cristo Crucificado, lo que no se concretó. A pesar de múltiples intentos, el proyecto se frustró por diversas razones, incluyendo cambios en la jerarquía eclesiástica.
A lo largo de estos años, la Hermandad realizó mejoras en su trono y en la iglesia, y cuidó sus relaciones con autoridades culturales para asegurar su continuidad y la preservación del patrimonio. D. Andrés Sánchez Montes asumió la dirección de la Hermandad en 1948, sucediendo a D. Ricardo Martín Campos, y mantuvo su liderazgo hasta 1955.